Llegué al lunes por la mañana sin nada en la cabeza que contar. Más bien atascado y denso. Han sido unos días lentos, de esos de permitirme no salvar el mundo, de esas de postergar qué voy a ser de mayor para mañana. ¿Tienen semanas de estas? Pequeños reajustes del sistema. Normalmente mi dinámica habitual es la de pensar el tema o temas durante la semana casi siempre a raíz de las cosas que me suceden o que alguien me cuenta. De qué voy a hablar hoy no lo tengo muy claro incluso ahora que ya he empezado a escribir. Eso en el fondo me gusta porque no me parece un gran inconveniente. Podría dar para hablar de la flexibilidad, de la previsión, de la organización de las tareas y cómo la aplicamos en nuestra vida. Otro día, mejor. Preferiría ahora mismo hablar de lo bien que lo pasé el otro día con mis sobrina dibujando el amanecer y el atardecer.
Quizás hable de los momentos en los que unx necesita abstraerse de todo, retirarse a la cueva, evadirse de asumir la responsabilidad por un rato y simplemente poner la cabeza en otra cosa retomando el contacto con la emoción, escapando de lo mental. Esos otros momentos donde unx puede llamarse sin riesgo a equivocarse “coñazo” a si mismo y pedirse amablemente que se calle, que ya está bien, que llevas varios días con la misma cantinela, que te lo agradezco porque me cuidas, pero que yo necesito otra cosa, un respiro, una tregua, un no ocuparme de mi por un tiempo. La voz interior, el diálogo interno, le llaman. Mi voz interior me susurra a Mairena alertando a sus discípulos: “Y no caigan en la tentación de tomarse tan en serio” (cita de memoria).
Se aprende a pedirse a uno mismo silencio como se pide el pan, pensé. Ambos alimentan. Ernest Hemmingway escribió aquello de “se necesitan dos años para aprender a hablar y sesenta para aprender a callar” y yo pienso que podemos empezar antes de los 60 a cultivar el silencio, a admitirnos sin argumentos, a encontrar la paz incluso en lo no deseado. Cuestión de práctica. Ensayo y error. Me preguntaba si sabías dónde está tu cueva, si reconoces tus estrategias de refugio, de cómo es tu silencio, de cómo es tu diálogo interior, de cuáles son tus herramientas para pararlo y pactar con él.
Quizás hable de que estuve revisando, al hilo de un taller de Fotografía Participativa con Aïnhoa Valle en Can Basté, el trabajo que hicimos hace ya casi dos años en Torre Baró con Jordi Villalta. La idea de juntarnos voluntarios y participantes veinte años después para ver mediante la fotografía cómo habíamos cambiado, qué impresiones quedaron marcadas de entonces y qué deseamos para el futuro. Quizás os cuente cómo me emocioné escuchando la entrevista que le hicimos a Jéssica y viendo cómo ella es un ejemplo que admiro de la tan famosa resiliencia y de la superación personal, de la importancia de decirnos las cosas que hacemos bien, las emociones que nos hacemos sentir, de cómo mejorar nuestra comunicación.
Me gustó verme diciéndole lo importante que ella fue de adolescente para el resto de grupo, de cómo ella ejercía una referencia positiva para el resto, un espejo en el que mirarse. Me alegra saber que pude decírselo cara a cara. Pensándolo bien el discurso de Jessi me puede dar para preguntarles cómo generan alternativas, de cómo mantienen la motivación a pesar de las dificultades, de qué dificultades aprendieron más.
Y si finalmente no hablo de ninguno de estos dos temas quizás hable de los diarios de Anaïs Nin y de cómo ella se cuenta y se construye a través de la escritura, de cómo una herramienta como el diario personal nos ayuda a fijar contenidos, a bajar las cosas de la cabeza al papel, a ayudarnos, a comprendernos, a estructurarnos si lo necesitamos. Anaïs Nin explora su identidad como mujer, sus impulsos, sus anhelos, relatando incluso sus sesiones de psicoanálisis de una manera inteligentísima. Quizás os recomiende su lectura. Quizás escriba esto porque una amiga me habló de un ejercicio de autobiografía personal que me encantó.
Ahora me venían para contarles todas las impresiones que me vinieron en el bosque el otro día. Volví al Montnegre de visita. Meditación, ejercicios de respiración, naturaleza, bosque, árbol, ya saben. Lo que era parte devmi cotidiano hasta hace unos meses que volví al asfalto. Y Jorge que me envía un cómic que promete dejarme argumentando que me gustará porque habla de la meditación precisamente. Y en el bosque conviven los verdes nuevos con los viejos, lo que el árbol suelta y lo que renace, y la raíz se muestra para preguntarte en un desaire cuáles son tus raíces y las mariposas hablan con su vuelo de transformación, amor y pupa. Y si finalmente no hablo de nada de esto, quizás hable de otra cosa.